Tiemblan las compañías tecnológicas cada vez que Google anuncia algo. Y anuncia muchas cosas y muy habitualmente, así que supongo que los responsables de planificación de negocio de algunas compañías necesitan algo más que almax y orfidal para llevar una vida medianamente normal.
Es mi caso. Lo tengo y me gusta. Y ahora tengo Buzz. Voy a darle una oportunidad, todavía no he podido probar sus características, pero me da la impresión de que me va a gustar. Así, sin más, según lo pruebas ya tienes un montón de amigos, que son los que más habitualmente contactas por mail y por chat. ¿Para qué irte a Twitter o Facebook a contarles cómo te encuentras o dónde quieres ir el fin de semana, o que crees que Celda 211 se merece todos los Goya?
Claro que Buzz no sustituye a Twitter ni a Facebook ni a Picasa ni a ninguna otra. Cada una tiene su público, su momento y su modo de funcionamiento. Pero qué cómodo es ver en la bandeja de entrada los movimientos sin tener que autenticarse en tantos sitios...
Me gusta Buzz. Pero no les gusta tanto a las autoridades alemanas, francesas y en general europeas, que ven cómo el que fuera un amigable buscador que sin ánimo de lucro daba un montón de servicios se está convirtiendo en un gigante monopolizador que maneja datos de buena parte de la humanidad. Todavía resuena en los oídos de muchos la sentencia que condenó a Microsoft a pagar una multa exorbitante por prácticas monopolísticas. Y muchos desean que el castigo al monstruo Google sea ejemplar. La diferencia está en que Google no te obliga a utilizar nada que tú no quieras.
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